jueves, 22 de marzo de 2012

Solo es eso...

Me pone triste cuando se marchita el sol cada tarde

Empujado por la luna que quiere ser reina

La injusticia, las ausencias, el mundo que no se arregla,

Que triunfe el que tiene mentiras habilitadas

Que pocos se quieran y la mayoría no se comprenda.


Me pone triste cada estrella que sale vistiendo

Sus luces blancas, amarillentas

Sin poder decirles, pobres,…

Que son solo un reflejo de miradas viejas

Son la nada, pero tengo piedad por ellas…


Me pone triste la tristeza de todos,

La incertidumbre de algunos que aún brillan

Pero se opacan ante la indiferencia…

Pienso que quizá, solo es la noche

Que me envuelve con decisiones inciertas,

Con sus fantasmas que cuando vuelen…

Se llevaran quizá, esta enorme tristeza…



Vero- martes 20 de marzo

sábado, 10 de septiembre de 2011

LA DISTANCIA Y EL FUEGO

Sus labios están resecos,

el fuego en la distancia

trae cenizas;

El sol se apaga

encendiendo el atardecer en rojos.



La mirada se pierde en los caminos,

en los pastizales,

y un pájaro da un grito ahogado

mientras,

un jote dibuja acrobacias

y se pierde detrás de la cruz del cerro…



La humedad de su boca

está olvidada, “hablarnos de cerca y gritar juntos”

dijo,

y quedaron sus palabras como ecos

flotando desde ese lugar que lo bosqueja

la ternura…



La tierra pide humedad,

está agrietada...

padece la distancia

de esas mañanas de lluvias tranquilas

penetrándole en sus extrañas.



La tierra es creadora, guarda la semilla

y tiene un corazón que se agita en su centro

y solo espera…

Esa humedad que llegue a liberarla!

TAN POCO

Sé tan poco de vos.

No sé si tuviste un perro cuando eras niño, si cazaste algún pájaro y después te enterneció verlo pequeño.

Si tenías un árbol de duraznos y trepabas en él en los veranos...

Si la primera bicicleta te hizo sentir que la libertad existía...si había un tren cerca, alguna plaza...

Sé tan poco de vos.

Si tenías muchos amigos o uno solo, el preferido.

Si el primer beso te conmocionó, si tuviste muchas alegrías,

si aprendiste por alguna razón fuerte a llorar, en soledad, sin compañía...

Sé tan poco de vos, pero me gusta que sea así...porque puedo crearte con mi mente...

y sin saber, puedo de ese modo, imaginarte en un mundo mejor

un mundo nuevo

donde el amor Universal, sea el que nos gobierne!!


Dedicado a todos los que creen que es posible ese mundo por el que estamos luchando cada uno desde su lugar...porque el AMOR, no tiene necesariamente un destinatario!!!

sábado, 27 de agosto de 2011

LA TRAICION

Siempre tenemos recuerdos de infancia. Llegan de pronto y nos conmocionan. Y casi podemos tocar esos instantes en que éramos aún niños y un mundo lejano nos aguardaba. Algunos recuerdos son fuertes, lindos y otros…un poco confusos.

Yo era chica pero al ser única hija, hasta ese momento, compartía en forma silenciosa las charlas de mis padres y a veces sólo sus silencios. Más de una noche sufrí al ver a mi madre comer sin ganas tratando de masticar su comida junto con sus broncas mientras miraba hacia un horizonte vacío, sin oportunidades. Y sus ojos gastándose por las injusticias.

Mi madre…, a quién la vida le había dado tantos talentos para defender su economía pero sobre todo ayudar a los otros. La vida a veces, les da a algunas personas más lucidez para entender que no está todo tan bien distribuido en el mundo. A los que las cosas sólo les pasan, en cambio, vegetan con más placidez.

Papá era muy especial, yo en esa época pensaba que era raro, distante, con pensamientos extraños y un poco huraño, hoy, con los años, me doy cuenta que nació adelantado en la época. Tenía ideas que nadie entendía, creía que entre “muchos” las cosas podían realizarse mejor y así nació la Sociedad de Fomento, se pudo conseguir la luz, los caños para los desagües, un lugar para jugar al fútbol los domingos y hasta le puso el nombre al barrio. Porque los barrios tienen sus propios héroes que quedan perdidos en la penumbra del progreso.

Partía cada mañana hacia su trabajo para regresar cada tarde como una figura un poco fantasmal desde la distancia. Era alto, había jugado al rugby y gustaba de algún partidito algún domingo.

Pero la mayor parte de sus días, mientras cortaba el pasto con calma y acomodaba las flores, sus ideas fluían dentro de su cabeza…yo lo sentía apartado de mis cosas, de mis nuevos desafíos en la escuela, de mi crecimiento y hasta pienso que lo aterraba un poco todo eso porque no lo podía entender, no había tenido la oportunidad de tener una familia, su mamá había muerto cuando él era muy chico, era el último de los hijos y su papá estaba ya viejo para encargarse de él…lo entiendo hoy.

En la distancia nos vemos espejados en nuestros padres. Papá creía que el mundo podía cambiar, que la unión y la fuerza entre compañeros generarían modificaciones en sus lugares de trabajo. Y enarboló una bandera que no pudo sostener porque lo traicionaron. Sus compañeros en la fábrica. Sus amigos. Lo traicionaron y lo dejaron solo.

Perdió el trabajo pero a esa altura, ya no era lo importante, lo serio era la traición. Porque es como un hacha que nos parte, nos desestructura y nos hace pensar que ya nada podrá resolverse porque ella se engalanara siempre entre los poderosos.

Puedo recordar mucha anécdotas, muchas utopías que ya más grande, por él, acompañé aún sabiendo que eran sólo eso, utopías.

Mi padre amaba a Alfredo Zitarrosa, aún hoy se me caen algunas lágrimas cuando escucho el Violín de Becho que el tarareaba con profundo sentimiento. El uruguayo había tenido una infancia dura, era de su misma generación y quizá eso los unía desde un lugar de esos lugares que no se comprenden con la razón.

Papá se levantó una mañana y sintió que algo no funcionaba. No veía con claridad, no podía coordinar sus movimientos y se sintió confuso. La ambulancia, el hospital, terapia intensiva. La operación en la cabeza. El regreso a la vida por unas horas para despedirse de este mundo enojado. Como había vivido. El aneurisma ganó la batalla. Y no pudo soportar una nueva traición en su existencia y se entregó.

Papá murió un 17 de octubre. Hasta para morir fue consecuente con sus ideas. Tenía 50 años recién cumplidos.

de Verónica Judith Cardozo, el Viernes, 11 de febrero de 2011, 21:15


domingo, 19 de septiembre de 2010

Aquellos domingos de la infancia

En los pueblos los domingos son largos y silenciosos. Sobre todo, sus tardes. No están cargados de esa angustia de querer atraparlos para que no se extingan. Igual tienen esa tibia melancolía de lo que acaba.

De pronto, los gritos de los niños quebraron lo cotidiano. El cumpleaños de Totó, mi vecinita, estaba en su apogeo. Entrecerré los ojos y me observé a mí misma en la distancia. Las mismas risas ahogadas de esa felicidad casi al borde de la angustia que tienen los niños cuando están contentos. Los mismos sonidos.
No pude resistir y me asomé tímidamente entre las ramas de los jazmines…
Un gran castillo inflable rompió el hechizo. Varias niñas saltaban frenéticas dentro de él y sus caras hinchadas de calor las desfiguraba…
Las calles de mi pueblo son de arena y polvo. Los árboles se entrecruzan en un abrazo eterno y los pájaros anidan entre sus ramas.
Y allí estaba el castillo. De colores tan fuertes que entorpecía el entorno, tanto, que hasta los perros lo observaban con cierta desconfianza. Era tan extraño ver un castillo rojo y amarillo entre tanto verde de los cerros.
Me quedé pensativa y con melancolía regresó a mi memoria ese día en que mamá tomó la foto.
Una larga fila de niñas de la mano. Vestidos de flores y vasos repletos de un chocolate humeante. Otra época, otro lugar, Buenos Aires.
No había castillos inflables. En esos cumpleaños había títeres. Pequeñas familias de muñecos que hablaban a través de un cajón, una cortina y la imaginación amorosa de mi madre.
Era ella quien los creaba, los vestía, inventaba historias y dejaba absorto a un público que a esas horas de la tarde ya no era sólo de niños.
Muchas madres eran atrapadas por el encanto de un lobo, un enanito o una abuelita que perdía sus trenzas cada vez que su cabeza se movía furiosamente. Y las risas. Y las manos cubriendo el rostro de placer al escuchar que esos muñecos sabían los nombres de cada uno. Los aplausos y al final, las infaltables peticiones de manejar los títeres.
Yo no sabía que estaba asistiendo a un momento histórico de mi niñez, lo sé hoy.
Cierro los ojos aún más fuerte para atrapar otras imágenes y sensaciones. Siento el viento que desparrama las nubes. Siento la fragancia de los alhelíes que me ahoga el pecho. Y veo mi propio rostro.
No había castillos. De esos de plástico como hoy. Pero teníamos una gran vereda donde marcábamos la rayuela. Y allá estaba la tierra, del otro lado el cielo y en medio, la vida, que sin darnos cuenta, estábamos comenzando a transitar.
Y las veredas eran para eso. Para juntarnos y hacer la rayuela. Las veredas eran la libertad. Se podía correr de esquina a esquina y jugar a las palmaditas para elegir a ese chico deslumbrante o jugar a la payana los domingos. Como hoy. Porque en los barrios los domingos también eran largos y silenciosos.




domingo, 12 de septiembre de 2010

Edificios antiguos: memoria del pasado

En general, muchos de los edificios antiguos se utilizan como sedes administrativas, oficinas gubernamentales, bancos, centros culturales o museos; hasta que comienzan a deteriorarse.
Claro, es más sencillo y económico mudarse a sitios modernos. Destruir antes que restaurar. Y comienza así, la lenta muerte de sus paredes, custodias de los recuerdos de antaño.
Quizá porque aún son parte de nuestra geografía, no reparamos en su presencia y nos pasan inadvertidos. Ellos, que son el testimonio de cada pueblo o ciudad, con sus elementos decorativos, cornisas, columnas o molduras con rostros de ángeles.
Conservar los edificios de puertas anchas y ventanas enrejadas es proteger nuestra historia; dentro de sus enormes salones están aún revoloteando los sueños de los que llegaron antes, junto a sus dolores y añoranzas. Erigiendo ilusiones, plantando parras y magnolias y haciendo patios con aljibes. Un modo de enraizar desde lejanas tierras a estas nuevas virginales.
Nuestro entorno no sería igual sin esas inmensas mansiones cuyas raíces se han hundido no sólo en la profundidad de la tierra sino de nuestras cotidianeidades.
A través de los viejos edificios intuimos un pasado que nos alcanza, la memoria está presente en cada huella. Somos hijos de esos hijos y nos pertenece esa herencia para legarlas a otros, los que llegan.
Una ciudad sin ellos, es una ciudad sin referencias, sin historia, sin pisos de madera que resuenan al pisarlos, de espejos inmensos que nos devuelven algo más que nuestros retratos e innumerables recintos donde los ecos aún retumban.
Es que ellos, al igual que los ancianos, han sido espectadores de otras épocas y otros escenarios. ¡Cuántos soles y lluvias besaron sus paredes haciendo ruborizar sus rosados para convertirlos en rojos! ¡Cuántos árboles vieron crecer hasta sentir las cosquillas de las ramas en sus balcones! y cuántos otros caer vencidos ante el machete inexorable. ¡Y qué decir de sus zaguanes! Sombras cómplices de los enamorados, pasadizos mágicos ante lo no revelado. Secretos de dos, suspiros, huellas, entregas y hasta lágrimas.
Los edificios antiguos tiene que ver con la identidad de cada lugar, de cada persona, de cada calle, son la piedra fundacional de lo que fuimos y la expresión de nuestra historia. Pero día a día los matan, los destrozan, caen. Las topadoras en pocas horas los desintegran en pos de la modernidad y entre los escombros polvorientos, mientras se pavonea la muerte, nos quedamos, una vez más, sin esos símbolos fastuosos que recrean la memoria del pasado.

lunes, 30 de agosto de 2010

IREMOS A CASA

Cruza la calle apresurado, de lejos ve la cúpula de la catedral donde debe esperar. La mañana ha amanecido caliente, húmeda, y ya a esta hora la gente camina más lento deteniéndose ahogada.
Piensa que el chaleco le está estorbando y que el bolso parece más pesado que otros días. Todo lo inquieta mientras el celular descansa aplacado y silencioso en su mano. Gotas de agua corren por los dedos. Recuerda que debe hacer varios llamados y terminar de organizar esas fotos que han quedado pendientes para la publicación del otro día. ¡Qué hermosas fotos! – expresa con una sonrisa que genera la mirada aturdida de una mujer mayor que se acerca. Es que en verdad son bellas, se disculpa con un mohín ridículo mientras la mujer se aleja.
Pensar que pasa por ese lugar a diario, bueno, no tan a diario pero sí con frecuencia. La plaza, el cabildo, las calles empedradas que más de una vez han sido causantes de un tropezón inoportuno, la marcha incesante de varias líneas de colectivos… pero hoy es distinto todo, ya no es un transeúnte más, hoy, espera.
La ansiedad lo embarga. Recuerda aquella vez en que su madre se atrasó y no llegó a tiempo a la escuela. Los chicos que formaban el cordón en la vereda iban rompiendo filas y las maestras iban saliendo en grupo hacia las calles tranquilas. Recuerda que fue su abuelo quien lo recogió ese día, y ya no recuerda más nada.
El cielo está espesándose. Unas nubes blancas y gordas se aproximan del este,la espera continúa, Cómo será ella?, se pregunta un poco inquieto. "Su voz suena muy sensual por teléfono y los mails son muy divertidos"- repite sonrojándose. Eso es lo que admira de una mujer, su sentido del humor y su inteligencia. Que blancas están las nubes, y hasta dibujan distintas formas, la trompa de un elefante, ahora un ángel con alas que se disuelve lentamente... De pronto, alguien lo toma de la mano y lo vuelve a la realidad. El abuelo que le dice: “Antonio, hoy, iremos a casa”.