sábado, 27 de agosto de 2011

LA TRAICION

Siempre tenemos recuerdos de infancia. Llegan de pronto y nos conmocionan. Y casi podemos tocar esos instantes en que éramos aún niños y un mundo lejano nos aguardaba. Algunos recuerdos son fuertes, lindos y otros…un poco confusos.

Yo era chica pero al ser única hija, hasta ese momento, compartía en forma silenciosa las charlas de mis padres y a veces sólo sus silencios. Más de una noche sufrí al ver a mi madre comer sin ganas tratando de masticar su comida junto con sus broncas mientras miraba hacia un horizonte vacío, sin oportunidades. Y sus ojos gastándose por las injusticias.

Mi madre…, a quién la vida le había dado tantos talentos para defender su economía pero sobre todo ayudar a los otros. La vida a veces, les da a algunas personas más lucidez para entender que no está todo tan bien distribuido en el mundo. A los que las cosas sólo les pasan, en cambio, vegetan con más placidez.

Papá era muy especial, yo en esa época pensaba que era raro, distante, con pensamientos extraños y un poco huraño, hoy, con los años, me doy cuenta que nació adelantado en la época. Tenía ideas que nadie entendía, creía que entre “muchos” las cosas podían realizarse mejor y así nació la Sociedad de Fomento, se pudo conseguir la luz, los caños para los desagües, un lugar para jugar al fútbol los domingos y hasta le puso el nombre al barrio. Porque los barrios tienen sus propios héroes que quedan perdidos en la penumbra del progreso.

Partía cada mañana hacia su trabajo para regresar cada tarde como una figura un poco fantasmal desde la distancia. Era alto, había jugado al rugby y gustaba de algún partidito algún domingo.

Pero la mayor parte de sus días, mientras cortaba el pasto con calma y acomodaba las flores, sus ideas fluían dentro de su cabeza…yo lo sentía apartado de mis cosas, de mis nuevos desafíos en la escuela, de mi crecimiento y hasta pienso que lo aterraba un poco todo eso porque no lo podía entender, no había tenido la oportunidad de tener una familia, su mamá había muerto cuando él era muy chico, era el último de los hijos y su papá estaba ya viejo para encargarse de él…lo entiendo hoy.

En la distancia nos vemos espejados en nuestros padres. Papá creía que el mundo podía cambiar, que la unión y la fuerza entre compañeros generarían modificaciones en sus lugares de trabajo. Y enarboló una bandera que no pudo sostener porque lo traicionaron. Sus compañeros en la fábrica. Sus amigos. Lo traicionaron y lo dejaron solo.

Perdió el trabajo pero a esa altura, ya no era lo importante, lo serio era la traición. Porque es como un hacha que nos parte, nos desestructura y nos hace pensar que ya nada podrá resolverse porque ella se engalanara siempre entre los poderosos.

Puedo recordar mucha anécdotas, muchas utopías que ya más grande, por él, acompañé aún sabiendo que eran sólo eso, utopías.

Mi padre amaba a Alfredo Zitarrosa, aún hoy se me caen algunas lágrimas cuando escucho el Violín de Becho que el tarareaba con profundo sentimiento. El uruguayo había tenido una infancia dura, era de su misma generación y quizá eso los unía desde un lugar de esos lugares que no se comprenden con la razón.

Papá se levantó una mañana y sintió que algo no funcionaba. No veía con claridad, no podía coordinar sus movimientos y se sintió confuso. La ambulancia, el hospital, terapia intensiva. La operación en la cabeza. El regreso a la vida por unas horas para despedirse de este mundo enojado. Como había vivido. El aneurisma ganó la batalla. Y no pudo soportar una nueva traición en su existencia y se entregó.

Papá murió un 17 de octubre. Hasta para morir fue consecuente con sus ideas. Tenía 50 años recién cumplidos.

de Verónica Judith Cardozo, el Viernes, 11 de febrero de 2011, 21:15


1 comentario:

  1. HAY COSAS QUE NO TIENEN PERDÓN PORQUE DAÑAN LAS FIBRAS MAS ÍNTIMAS DEL SER. LA TRAICIÓN ES UNA DE ELLAS. HERMOSO RELATO VERO!!!!!!!!!!!!!!!!!
    LÁSTIMA QUE SEA REAL.

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