Edificios antiguos: memoria del pasado


En general, muchos de los edificios antiguos se utilizan como sedes administrativas, oficinas gubernamentales, bancos, centros culturales o museos; hasta que comienzan a deteriorarse.
Claro, es más sencillo y económico mudarse a sitios modernos. Destruir antes que restaurar. Y comienza así, la lenta muerte de sus paredes, custodias de los recuerdos de antaño.
Quizá porque aún son parte de nuestra geografía, no reparamos en su presencia y nos pasan inadvertidos. Ellos, que son el testimonio de cada pueblo o ciudad, con sus elementos decorativos, cornisas, columnas o molduras con rostros de ángeles.
Conservar los edificios de puertas anchas y ventanas enrejadas es proteger nuestra historia; dentro de sus enormes salones están aún revoloteando los sueños de los que llegaron antes, junto a sus dolores y añoranzas. Erigiendo ilusiones, plantando parras y magnolias y haciendo patios con aljibes. Un modo de enraizar desde lejanas tierras a estas nuevas virginales.
Nuestro entorno no sería igual sin esas inmensas mansiones cuyas raíces se han hundido no sólo en la profundidad de la tierra sino de nuestras cotidianeidades.
A través de los viejos edificios intuimos un pasado que nos alcanza, la memoria está presente en cada huella. Somos hijos de esos hijos y nos pertenece esa herencia para legarlas a otros, los que llegan.
Una ciudad sin ellos, es una ciudad sin referencias, sin historia, sin pisos de madera que resuenan al pisarlos, de espejos inmensos que nos devuelven algo más que nuestros retratos e innumerables recintos donde los ecos aún retumban.
Es que ellos, al igual que los ancianos, han sido espectadores de otras épocas y otros escenarios. ¡Cuántos soles y lluvias besaron sus paredes haciendo ruborizar sus rosados para convertirlos en rojos! ¡Cuántos árboles vieron crecer hasta sentir las cosquillas de las ramas en sus balcones! y cuántos otros caer vencidos ante el machete inexorable. ¡Y qué decir de sus zaguanes! Sombras cómplices de los enamorados, pasadizos mágicos ante lo no revelado. Secretos de dos, suspiros, huellas, entregas y hasta lágrimas.
Los edificios antiguos tiene que ver con la identidad de cada lugar, de cada persona, de cada calle, son la piedra fundacional de lo que fuimos y la expresión de nuestra historia. Pero día a día los matan, los destrozan, caen. Las topadoras en pocas horas los desintegran en pos de la modernidad y entre los escombros polvorientos, mientras se pavonea la muerte, nos quedamos, una vez más, sin esos símbolos fastuosos que recrean la memoria del pasado.